A ritmo de mínimo común múltiplo


Retiramos las mesas y nos ponemos en círculo. Enseñamos a la mitad un ritmo: Marcamos con el pie y, cada 4 pisadas, damos una palmada. A la otra mitad de los alumnos les pedimos que den la palmada cada 3 pisadas. Lo hacemos en conjunto. A veces las palmadas de los dos grupos suenan juntas… ¿Cada cuánto?

Cada 12. A este número, en el que se repiten los otros dos, se le llama su mínimo común múltiplo, es decir, el número más pequeño en el que los otros dos se repiten.

Con unas tiras de papel higiénico, representamos la situación.

Buscamos ahora, mediante ritmos, otros dos números y su m.c.m.

Lo intentamos con tres, y el último no lo representamos con palmadas sino con un sonido bucal. Podemos ayudarnos con el papel higiénico para encontrar nuevos números, nombrando por turnos un “director de orquesta” que indicará qué números escoger y qué sonidos hacer.

En un momento dado, les pedimos que incorporen el número 13 al ritmo. Verán que es un número un poco aburrido… no tiene divisores, habría que hacer al menos 26 golpes para conseguir que se repita. Esto es así porque, como vimos el día anterior, es un número primo.

Entonces pasamos a hacer la criba de Eratóstenes en la pizarra, con tizas de colores, cada alumno rodea los múltiplos de 2, 3, 5, 7… cada uno con un color. Los que queden sin tachar, son primos, pero además, los que estén rodeados por dos o más colores nos sirven para crear nuevos ritmos.

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